Caribe Deluxe

                                                           Por Jorge Mendoza
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El Caribe todo es víctima de su belleza. La pobreza como un arma letal, hace de este paraíso un paraíso saqueado. A pesar de ese saqueo, la alegría, el afecto, el sentido común, el disfrute verdadero de la vida y sobre todo una relación visceral con el cuerpo, sobreviven en el filo del paisaje. (Marianela Boán)

A modo de sinopsis, este pensamiento inicia la lectura del programa de mano del espectáculo Caribe Deluxe, coreografía de Marianela Boán con los integrantes del Programa de Danza Contemporánea (PRODANCO). Reflexionar un poco sobre el evento es una manera de dar las gracias a su directora por la gentil invitación a su estreno. 

Aunque los bailarines suben a escena por la platea, Caribe Deluxe inicia realmente en el lobby del Teatro Máximo Avilés Blonda. Una acción de los intérpretes llamada a sorprender al público con el “robo” de ciertos artículos arrebatados a distintas personas, que se alternaba con las advertencia: ¡cuide su cartera! y las caminatas de una fotógrafa (Irmgard Karoline Becker) que los seguía desmontando la relampagueante ilusión de la realidad haciendo de reportera gráfica. 

Caribe Deluxe, es otro corte esquemático de la realidad dominicana, que me lleva a preguntarme: ¿desde dónde observa la creadora ese fenómeno social degradante habitado por sankipankis, gigolós, prostitutas, proxenetas, que hacen del turismo de sol y playa un paraíso sexual? Tomar una realidad tan lacerante como archiconocida, obliga al coreógrafo a encontrar una manera distinta e interesante de contarla. De otro modo el tema extraído de la inmediatez cotidiana sucumbe. ¿Y por qué en lugar de contarla, La Boán resuelve toda la cuestión con creativas secuencias con los pareos? Y si la cuenta, ¿por qué la dramaturgia se torna invisible a pocos minutos de iniciar la función? ¿Por qué carece del pathos? ¿Qué pasa con esa historia caribeña tan nuestra cuando la sentimos ajena? Los talentosos chicos del Programa de Danza Contemporánea siguen representando la realidad, en lugar de significarla, concentrados en las pautas del movimiento, no en el porqué. No parecen animados por una situación dada, sino por una ejecución física. 

Aunque se refieran al Caribe, escucharemos Dominican Republic en voz alta. Caribe Deluxe es el Caribe lujoso, fino, de clase, al que solo puedes acceder en dólares; pretendidamente irónico, en otras, pretendidamente humano. La bachata (bailada sin el acento o el bit que le da su sabor callejero) se percibe como evasión en lugar de alegría. El paraíso saqueado no se ve compensado por la alegría ni la relación visceral con el cuerpo. Porque esa realidad es anecdótica. Esos testimonios cargados de dolor se auto anulan a consecuencia de transiciones abruptas. El baile se convierte en círculo vicioso, ocio de chulos sin oficio, de jovencitas que giran despreocupadas alrededor de la mata de coco bailando dembow.

Algo debe estar pasando más allá de la puesta en escena. Me veo esgrimiendo parte de las mismas razones que usé para Sed y eso podría ser un indicador para mover a reflexión sobre el entrenamiento, los procesos de exploración, improvisación y montaje. Algo debe estar ocurriendo en algún lugar de esa cadena que explique mejor Caribe Deluxe. 

Es verdad que vivimos en el filo del paisaje esa relación visceral con el cuerpo, pero esos 6 cuerpos la ilustran o la niegan, o solo están coqueteando con una verdad que no les importa. 

No se trata solamente de que esa cultura light que nos arropa sea parte de la oferta turística, sino que es el aire mismo de la posmodernidad. Por tanto el cuestionamiento no está en el tema, sino en la clara percepción de que no hay tercera dimensión en ese paisaje por más reclamo emocional, monólogos, acciones físicas que se realicen en escena. En lugar de esa mirada irónica o reflexiva, se me pide sumarme al hedonismo ambiental. Por supuesto, esto no se dice, está en lo no dicho, en el subtexto. Y esa es la realidad que se impone a la otra.

Jorge Mendoza
Mayo del 2013

 

 

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